Ocurrió hace 28 años y no tardó en convertirse en una de las grandes leyendas del Festival de San Sebastián. En 1989 Bette Davis recibió una invitación para acudir a recibir el premio Donostia. A sus 81 años y, a pesar de su delicadísimo estado de salud, la actriz emprendió un viaje de varias jornadas desde Los Ángeles con escalas en Nueva York, París y Biarritz. Una vez en San Sebastián se encerró durante cinco días en su suite del hotel María Cristina y allí planificó con detalle todas sus apariciones públicas: la ceremonia de entrega del premio, la rueda de prensa en la que, envuelta en el humo de sus cigarrillos, disfrutó recordando su carrera… Terminado el certamen, decidió alargar su estancia pero no tardó en encontrarse mal. Fue trasladada en un vuelo especial al Hospital Americano de París, donde murió pocos días después, el 6 de octubre de 1989. Sin que quizás nadie lo hubiera sospechado, el Festival de San Sebastián había supuesto la última actuación de una de las divas del Hollywood clásico.
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