Samya y Adrián son dos adolescentes vulnerables con un paisaje vital de inestabilidad emocional y carencias afectivas. Para ellos, cumplir los 18 años supuso salir del centro de acogida donde han pasado buena parte de su vida para enfrentarse sin red ni apoyo a una vida independiente llena de incertidumbre. Adrián es un chico solitario, bloqueado afectivamente y con dificultad para relacionarse con los demás. Samya es un torbellino emocional y su falta de autoestima le lleva a tratar de agradar a cualquiera que se le cruce en su camino. Después de baches y vaivenes en las calles de Madrid, sin techo y sin trabajo, Samya y Adrián han encontrado apoyo, compañía y estímulo para seguir luchando en Mario, Carlos y Bea, tres educadores que son, ahora mismo, los únicos referentes en su vida. Samya y Adrián están solos. Son carne de extrarradio, albergues y comedores para indigentes, pero sueñan con mejorar su frágil entorno familiar
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